lunes, 14 de diciembre de 2015

¿Nerviosismo o ansia de poder? Albert Rivera

Vivimos una época de nuevos liderazgos o nuevos candidatos a liderar un cambio político. Para muchos, una esperanza de creer en la política y acercarse a la participación democrática activa, recordemos que alrededor de un 35% de las personas con derecho a voto no acuden a las urnas, muchos afirman estar desencantados con la política, otros manifiestan hacerlo como una forma de manifestar su falta de confianza en los partidos. Hemos visto surgir, fruto de una crisis económica lampante y la falta de sensibilidad de los políticos hacia los problemas sociales, partidos emergentes liderados por jóvenes que manifiestan su deseo de cambiar las cosas, romper el bipartidismo o el juego donde siempre ganan los grandes para seguir haciendo ganar a los grandes.
En este sentido, Albert Rivera, es uno de ellos, al que también hemos podido ver “bailando” en los debates electorales, mostrando su deseo o ansia de poder, sus frases prefabricadas que conectan con una parte del electorado que ve en la imagen de otros países un ideal a alcanzar. Lejos de esto, los países que Rivera pone como ejemplo, Dinamarca, Alemania, Francia o EEUU, presentan problemáticas sociales y éticas a las que no aspiramos los españoles, la mayoría de los ciudadanos de este país están a la espera de conocer una verdadera democracia, aún no hemos tenido políticos con ideales, con una idea clara de gestión de los recursos de todos para todos, y sí líderes elegidos por grupos de poder que siguen queriendo mantener sus cuotas de privilegios sobre el manejo de grandes cantidades de dinero.
El nerviosismo del joven Rivera, al que hice referencia antes, mostrado en el debate de candidatos de días atrás o en los mítines posteriores en ciudades españolas, más que manifestar su hiperactividad, característica que un psicoanalista nunca definiría como defecto si la actividad se orienta hacia acciones reales, manifiesta su fantasioso deseo de poder. El que sabe esperar no necesita hacer concesiones, pero Rivera no sabe esperar y lo está manifestando con su lenguaje corporal con el que invita a acabar el debate y habla de su prepotente actitud de niño.
Entre las cualidades de un líder está la de tener un buen equipo a sus espaldas, trabajadores, gente valiosa y simpatizantes que confían en la posibilidad de ver representadas sus ilusiones en una voz, Albert Rivera, parece hablar por sí mismo, en tanto su trayectoria es la de alguien resentido por el trato recibido en el PP y que ahora quiere demostrar por su cuenta que  él puede solo. No Albert, solo no se puede, el ejercicio de la política y el desempeño de la labor de un presidente requiere gran responsabilidad, tolerancia, paciencia, respeto y, sobre todas las cosas, capacidad de gestionar la angustia que todas las situaciones de cambio producen.
Si de nuevos liderazgos hablamos pues, hay que reconocer que el señor Rivera no presenta ideas nuevas ni un carisma que le diferencie del resto de políticos que hemos conocido hasta el momento en España. Su discurso habla para los poderes económicos que ostentan el poder y quieren seguir haciéndolo, un discurso nada novedoso y que sólo cambia de actores, pero no de guión. Como psicoanalista y especialista en asesoramiento político, no hay futuro si los representantes políticos no incorporan en su pensamiento los conocimientos que la Teoría del Inconsciente de Freud aportó a comienzos del siglo XX sobre la vida humana en sociedad, el narcisismo, la agresividad, así como la tendencia del ser humano a repetir errores, porque lo más difícil es transformarse, lo más difícil es lo nuevo. Cuando se habla de una verdad humana no importa si se hace en alta voz o como pequeña gota que cae y va transmitiendo su mensaje, lo importante es tener un mensaje que dar, el señor Rivera el único mensaje que transmite es que quiere ser presidente, pero todavía no sabemos si ese poder que tanto anhela sabrá gestionarlo a favor de todos los españoles.

Helena Trujillo
Psicoanalista de Grupo Cero




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